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LA INDISCUTIBLE VICTORIA DE BERNIE SANDERS

Al parecer, en los Estados Unidos no se ha entendido que la derrota que sufrió en las primarias demócratas ha obligado a Bernie Sanders tanto a demostrarles fidelidad a sus votantes como a negociar con el Partido Demócrata. Que ello implica hacer concesiones. Que las concesiones son necesarias en una sociedad democrática. Y (esto es lo más importante) que Sanders ha obtenido una indiscutible victoria.

Fuente: AFP

El pasado 7 de junio Hillary Clinton ganó las primarias de Puerto Rico, obteniendo con ello los delegados que le faltaban para que pueda ser escogida por el Partido Demócrata para enfrentar a Donald Trump en las elecciones generales de noviembre. Sin embargo, a pesar de que han trascurrido varias semanas desde entonces, su rival Bernie Sanders todavía no ha abandonado la disputa electoral. Aunque en una entrevista reciente que le concedió a la MSNBC anunció que votará por Clinton y admitió que ya no puede ganar, Sanders no ha renunciado de forma oficial a su candidatura. Claramente, está esperando para poder vender su apoyo a cambio de reformas en el partido del asno, de mayor poder político legislativo, y de que Clinton adopte algunas de sus propuestas (esta ya lo ha empezado a hacer). En periódicos como el New York Times están circulando versiones según las que, el próximo martes, en New Hampshire, durante un evento de campaña, Sanders anunciará su respaldo a la ex Secretaria de Estado. Otras versiones indican que aguardará hasta que se celebre la Convención Nacional Demócrata. Ya veremos qué sucede…


Lo cierto es que Sanders se encuentra ante una triste encrucijada política. La ética lo obliga a demostrarles a sus seguidores persistencia y coherencia con sus ideas políticas. Pero, sin embargo, no puede rehusarse a apoyar a Clinton y seguir adelante, verbigracia, aceptando la candidatura presidencial que le ha ofrecido el Partido Verde. Sucede que las condiciones actuales lo obligan igualmente a negociar con el establecimiento demócrata.


Sanders, que convocó a los ciudadanos para realizar una “revolución política” (consistente en acciones justas que irritan a la derecha como penalizar la especulación de Wall Street), también quiere reformar el Partido Demócrata, mover a Clinton a la izquierda, y tener mayor poder de decisión en las agendas en materia política y legislativa. Pero no logrará hacer ninguna de las tres cosas si no respalda a la ex Secretaria de Estado en su batalla contra Donald Trump. Este apoyo es lo que puede dar a cambio de que los demócratas hagan reformas electorales específicas (como permitir que los independientes y los republicanos voten en las primarias), de que Clinton acepte implementar algunas de sus propuestas (como subir el salario mínimo), o de que lo escojan para desempeñar posiciones parlamentarias fundamentales.


Una de las cosas que está en juego en este momento es el futuro parlamentario de Sanders. Si bien solo hace parte del partido demócrata desde 2015, fue gracias a los senadores de esta agrupación que se convirtió en ranking member del Comité del Presupuesto. Es probable que los demócratas se hagan en el otoño con el control del Senado, y si eso sucede podrán decidir quién ocuparía las presidencias de los comités legislativos. Si es que quiere ocupar una de esas presidencias, Sanders tendrá que apoyar a Clinton. Varios líderes demócratas respaldan la actividad legislativa de Sanders. Por ejemplo, el senador Harry Reid ha dicho que Sanders ha hecho una campaña que “no ha sido en vano”, y que este es “una voz más poderosa que nunca en el Senado estadounidense”. Estas amables palabras podrían cambiar si Sanders se hace a un lado fácilmente o si negocia demasiado alto.


A mi juicio, no se ha comprendido muy bien porqué Sanders está actuando como lo ha hecho en las últimas semanas, empezando por sus seguidores y por los políticos demócratas, los que lo están presionando fuertemente en varias direcciones. Por una parte, sus seguidores más idealistas, los que odian a Clinton tanto o más que los votantes de Trump, le están pidiendo que no la apoye. Y, por la otra parte, varios parlamentarios demócratas, exasperados porque se niegue a abandonar la carrera electoral, le están exigiendo que renuncie a su candidatura para que el partido pueda concentrar todos sus esfuerzos en derrotar a Donald Trump. Sanders ha dicho en varias ocasiones que es muy importante trabajar para que esa derrota se produzca, pero no ha sido suficiente. El miércoles pasado fue abucheado por parlamentarios demócratas en una sesión a puerta cerrada de la Cámara de Representantes, tras negarse a responder cuándo anunciará oficialmente su derrota.


Ninguna de las dos partes parece entender que la derrota en las primarias demócratas ha obligado a Sanders tanto a demostrarles fidelidad a sus votantes como a negociar con el Partido Demócrata. Que ello implica hacer concesiones. Que las concesiones son necesarias en una sociedad democrática. Y (esto es lo más importante) que Sanders ha obtenido una indiscutible victoria.


No se puede hacer una “revolución política” contra el establecimiento para implementar el socialismo democrático en los Estados Unidos si los estadounidenses no la apoyan mayoritariamente. En ese caso, hay que bajar las expectativas o imponerla con las armas, y la historia de países como Rusia ha demostrado que lo primero es lo correcto. Asimismo, cuando se ha conseguido millones de votos, recolectado millones de dólares, y obtenido el respaldo de infinidad de voluntarios para ganar unas elecciones primarias, no se puede apoyar sin más a quien al final ha ganado las elecciones. Si eso se va a hacer, debe ser por buenas razones y obteniendo algo a cambio. Los seguidores de Sanders deben entender que el senador no perderá su integridad si apoya a Clinton, sino que, por el contrario, podrá, ya lo dije, contribuir a que Trump no gane, obligar a los demócratas a reformar el partido, y hacer que se implementen algunas de sus propuestas. También deben comprender que si Sanders obtiene más poder político legislativo podrá pelear por cambios políticos de una forma mucho más efectiva que si actúa como un radical. Desde su asiento en el Senado podrá ponerle muchos más palos en la rueda a Hillary Clinton. Y, por su parte, los demócratas deben comprender que Sanders se ha ganado un capital político muy importante que le da la legitimidad popular necesaria para pedir que se transforme la manera como ellos se hacen elegir y gobiernan en la primera potencia mundial.


Pedir y conseguir estas transformaciones representa una victoria indiscutible. Si yo fuera estadounidense, hubiera votado por Sanders en las primarias y apoyaría ahora la candidatura del libertario Gary Johnson, cuyas propuestas son menos conservadoras y mucho más consistentes que las de Ron Paul, el último libertario que hizo una candidatura destacable (un ejemplo: mientras que el primero apoya decididamente la inmigración latina, el segundo quería combatirla por medio de medidas inconstitucionales como quitarle la nacionalidad a los hijos de latinos nacidos en los Estados Unidos). Muchas propuestas de Sanders son válidas pero inviables, ya que si fuera presidente no tendría el apoyo necesario para llevarlas a cabo en el congreso, en los medios y en la sociedad civil. No obstante, aunque no las podrá implementar en su totalidad, ha logrado otras batallas importantes para que los Estados Unidos avancen al mismo tiempo hacia la igualdad de oportunidades (la igualdad alcanzable, no la absoluta) y el goce de la libertad, entendida tanto en un sentido tanto negativo como positivo. En el futuro, otros líderes políticos podrán aprovechar el camino que este anciano de 74 años ha recorrido durante los últimos meses.


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