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EL NARCOTRÁFICO ES EL MOTOR (PERO NO LA CAUSA) DE LA VIOLENCIA

Hace unos días, Daniel Raisbeck realizó en Twitter algunas publicaciones en las que sostiene que, como la paz de Colombia no depende de las negociaciones de La Habana sino de la legalización de las drogas, votará “No” en el plebiscito. Yo considero que la legalización de las drogas no se opone necesariamente al “Sí”, y así se lo planteé. Raisbeck me respondió diciéndome que, aunque mi punto es legítimo y debe ser debatido, “debe ser claro que sin legalización no hay paz”.

Imagen: www.vivelohoy.com


Ayer publiqué en El Mal Economista un artículo en el que argumento que en Colombia no habrá paz si no se legalizan las drogas. Una de las ideas con que sustento esa tesis consiste en que el narcotráfico es el motor de la violencia. Esta idea, que no es mía, constituye básicamente un lugar común. No obstante, es Daniel Raisbeck, excandidato a la Alcaldía de Bogotá por el movimiento Libertario, quien hace varios años la viene planteando en esos términos.


Hace unos días, Raisbeck publicó en el PanAm Post un artículo titulado “La razón no-uribista para votar “no” al acuerdo Santos-Farc en Colombia”, en el que explica su decisión de votar “No” en el plebiscito recurriendo a la idea que antes mencioné. Para Raisbeck, el plebiscito no definirá la paz de Colombia sino “el destino del muy defectuoso acuerdo entre el gobierno Santos y las Farc”. Yendo más lejos, en “¿Por qué Colombia debería legalizar las drogas unilateralmente?”, un artículo de 2014 en el que analiza con más detalles el problema del narcotráfico, Raisbeck había escrito lo siguiente:


“Siempre ha habido un enemigo público financiando el baño de sangre en Colombia con las astronómicas ganancias del negocio de las drogas. Y la versión oficial siempre ha sido que la paz llegará una vez que la amenaza actual sea eliminada. Sin embargo, cada vez que asesinan a la bête noire, que la arrestan, extraditan o desmantelan, surge inmediatamente una sucesora. Primero fue Escobar, luego los hermanos Rodríguez Orejuela, que dirigían el Cartel de Cali; después los paramilitares y la guerrilla; ahora es la guerrilla, los paramilitares desmovilizados (bacrim), y los mafiosos de medio pelo”.


Aquí, observe el lector, aquí dos enunciados diferentes, a saber:


1. El narcotráfico siempre ha financiado al enemigo público de turno del Estado colombiano.

2. Siempre se ha dicho que la paz llegará cuando se acabe con dicho enemigo.


A propósito del plebiscito, la semana pasada Raisbeck volvió a rotar en Twitter el artículo mencionado. Como ya señalé, Raisbeck se opone al proceso de paz y piensa votar “No”. Piensa que, conforme al contenido del enunciado 2, se está prometiendo la paz a cambio del “Sí” en el plebiscito, y, como el Acuerdo Final no comprende ninguna medida que resuelva el problema del narcotráfico, esta promesa no se podrá cumplir. Raisbeck plantea que la paz de Colombia depende de la legalización de las drogas. Yo considero que eso no se opone necesariamente al “Sí” (el plebiscito garantiza la paz con las FARC, no con todos los grupos ilegales), y así se lo dije. Raisbeck me respondió diciéndome que, aunque mi punto es legítimo y debe ser debatido, “debe ser claro que sin legalización no hay paz”.

Estoy totalmente de acuerdo con Daniel Raisbeck. Debe ser claro que sin legalización no habrá paz. Como lo dije antes y lo reconoce él mismo, en las últimas décadas los recursos del narcotráfico han financiado la violencia. Con lo que no estoy de acuerdo es con dos cosas. Primero, la forma como Raisbeck interpreta los acuerdos de La Habana. No estoy seguro de que “siempre” se haya dicho que la paz llegará cuando se acabe con el enemigo público actual. Recuerdo que cuando Pablo Escobar fue dado de baja, Alba Marina Escobar, hermana del capo, con el tonito autoritario y matonesco de los mafiosos, condenó ante los medios de comunicación el que se lo hubiera perseguido militarmente porque “matar vilmente a Pablo Escobar no va a acabar la violencia en Colombia” (Raisbeck le atribuyó equivocadamente estas declaraciones a la esposa pero quien las hizo fue la hermana del capo, como lo muestra este video en el minuto 1:16:33. Ah, sí, es verdad: señalar este error bobo no equivale a una refutación).


Sin embargo, frente a lo que dijo la hermana de Escobar, algunas veces se ha perseguido a los enemigos públicos no necesariamente para conseguir una paz absoluta y perfecta, sino para hacer justicia y demostrarles a los delincuentes que quieren cooptar las instituciones que su causa nunca vencerá y sus crímenes no quedarán impunes (algún inteligente me podrá recordar que, como dice Fernando Vallejo, Colombia es el “país de la impunidad”. Yo respondería esta objeción así: el que en Colombia no haya suficiente justicia no es una razón para dejar impunes a los narcotraficantes, sino todo lo contario. Por lo demás, aquí hay más justicia de lo que se cree…).


Yo no comparto la guerra contra las drogas, pero reconozco que las muertes que produjo en los años 80 no fueron totalmente en vano. Gracias a luchas como la de Luis Carlos Galán o el muy valiente coronel Jaime Ramírez Gómez, ni el Cartel de Medellín ni el Cartel de Cali pudieron adueñarse de ni corromper totalmente las instituciones y la sociedad civil. Como lo dijo Humberto de La Calle (revise el lector el minuto 1:16:00 de este documental), la muerte de Pablo Escobar “representó el cierre, el eslabón final de un ciclo de violencia inenarrable, de una situación horrenda que vivió Colombia. Era la forma como prevalecía el Estado frente a estos grandes criminales. Este criminal (Pablo Escobar) intentó arrodillar a toda la institucionalidad colombiana: el periodismo, el ejército, el congreso, la justicia, el gobierno. Y, finalmente, finalizar esa etapa tan horrible, tan oscura, de la vida nacional realmente sí fue una gran satisfacción”.


Por lo demás, esta vez sí se está promoviendo la paz, pero no en el sentido de que resultará automáticamente después del Acuerdo Final, sino de que, desmovilizadas las FARC, nos podremos concentrar en problemas fundamentales como el del narcotráfico, ya que, entre otras cosas, los presidentes dejarían de hacerse elegir apelando a la necesidad de negociar con o de derrotar a las FARC (tal como lo hicieron Pastrana, Uribe y Santos), y el porcentaje del PIB que se ha invertido en combatir a las FARC podrá ser destinado en mejores inversiones públicas.


En segundo lugar, me da la impresión de que Raisbeck usa el término “motor” en un sentido equivocado. El narcotráfico es el “motor” del conflicto no porque sea aquello que lo ocasionó, sino porque ha hecho posible y altamente rentable la acción de los grupos ilegales. La causa principal del conflicto no es el narcotráfico, sino la dificultad histórica del Estado colombiano para llevar a cabo sus funciones básicas (como prestar justicia y seguridad), las que grupos como las FARC han buscado usurpar y reemplazar. La justificación más fuerte a favor de las negociaciones de las FARC no es la paz absoluta y total, sino las posibilidades de llevar a la justicia a esa agrupación ilegal, de terminar una confrontación de décadas, y, además, de asegurar la construcción de un Estado moderno, justo e incluyente, que pueda desarrollar sus funciones básicas en todo el territorio. Esto contribuye altamente a (pero no garantiza) la paz. Como dice el senador Jorge Enrique Robledo (con quien casi nunca estoy de acuerdo), “es mejor desarmar ya a las FARC, que ponerse a arriesgar”.


Una convergencia nacional por la legalización de las drogas

Con todo, el desacuerdo entre Raisbeck y yo no es absoluto. Vuelvo a repetir que estoy muy de acuerdo con él en que debe quedar bastante claro en que si no se legalizan las drogas no habrá paz. Ni las negociaciones de La Habana son una condición estrictamente necesaria de la paz, aunque sean históricas, justas y muy convenientes (acaso si son condición estrictamente necesaria de algo: de la imagen y el futuro político del presidente Santos. Pero eso es problema de él. Yo no pienso votar “Sí” por solidaridad con Santos), ni las diferencias respecto a las causas de la violencia en Colombia son decisivas. Entre más interpretaciones de esas causas haya, mejor. Lo más importante son los diagnósticos y las soluciones de los problemas fundamentales de Colombia. En el artículo de 2014 que ya mencioné, Raisbeck expone igualmente una propuesta para legalizar unilateralmente las drogas en Colombia y, así, contribuir a la construcción de la paz:


“Un lector escéptico podría argumentar que todo esto está muy bien en cuanto a la teoría, pero, ¿cómo puede llevarse a cabo en la práctica la legalización unilateral en Colombia? ¿No se convertiría el país en un paria internacional comparable a Irán y Corea del Norte? Mi respuesta es que la legalización se puede lograr de la siguiente manera. Es necesario que haya una discusión nacional seria — liderada por el Congreso, el sector privado, la academia y la ciudadanía informada — sobre los verdaderos costos y beneficios de la legalización. Luego deberíamos celebrar un referéndum sobre la cuestión, del que seguramente saldría triunfante el lado pro-legalización. Al mismo tiempo, tenemos que llevar a cabo una ofensiva diplomática en Europa, en América Latina y en países de la angloesfera como Australia, Canadá y los Estados Unidos”.


A mi juicio, más que una discusión, lo que se requiere es una convergencia nacional por la legalización de las drogas, la que no solo consista en el intercambio de diagnósticos, posiciones y planes sino que también en la gestión y ejecución de las soluciones que se deriven de ese intercambio, y en la búsqueda del respaldo popular que se necesitaría para implementarlas. Una de estas soluciones puede ser el referendo al que se refiere Raisbeck, pero creo que celebrarlo es insuficiente (así resulte muy importante) dada la complejidad y las aristas del problema del narcotráfico. Hay que ir mucho más lejos.


Tampoco sé si el punto de partida de esta convergencia deba ser necesariamente la legalización unilateral. Merece la pena determinar claramente si lo que aquí procede es la legalización unilateral u otras alternativas. Lo cierto es que la legalización de las drogas ciertamente es estrictamente necesaria si se quiere superar la violencia, y que por eso los que están a favor de las negociaciones de La Habana deberían promover y llevar a la práctica una política justa, viable y bien diseñada que conduzca a la legalización de las drogas. Justa, para que no produzca problemas inconvenientes o peores de los que se presente resolver. Viable, porque no debe quedarse en el papel sino que debe contar con reformas y soluciones que se puedan llevar a la práctica (decir que es justo legalizar las drogas no sirve para nada si ello no lleva a políticas ejecutables, acaso porque se proponga a la vez cosas bellas pero imposibles). Y, por último, bien diseñada, porque de esta manera se garantiza tanto el que sea justa y viable y, asimismo, que se pueda medir los resultados que se produzcan cuando sea ejecutada.


El narcotráfico es el motor (pero no la causa) de la violencia, y por eso es fundamental que los líderes y movimientos políticos que están defendiendo el “Sí” promuevan y lleven a la práctica una política que conduzca a la legalización de las drogas. Muchos de los que están haciendo campaña en el plebiscito por el “Sí” también están convencidos de que la guerra contra las drogas ha fracasado, y por eso creo que no tendrían objeciones frente a una convergencia nacional que discuta, diseñe y ejecute una política de legalización de las drogas. En estos momentos es incierto si pueda ganar el “Sí”. Acaso explicar mejor cómo se piensa cumplir la promesa de un país en paz puede convencer a los indecisos de que voten a favor del acuerdo entre el Gobierno y las FARC. El problema del narcotráfico ofrece una oportunidad inapreciable para hacerlo. Los que están a favor del “Sí” deberían decir públicamente que si Colombia quiere vivir en paz debe legalizar las drogas.


BIBLIOGRAFÍA

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Criollo, Olga Lucía (7 de agosto de 2016). Es mejor desarmar ya a las FARC, que ponerse a arriesgar: Jorge Robledo. El País. Recuperado de http://www.elpais.com.co/elpais/colombia/proceso-paz/noticias/mejor-desarmar-ya-farc-ponerse-arriesgar-jorge-robledo?utm_content=bufferf3859&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer


Echandía, Camilo (27 de agosto de 2015). Cincuenta años de cambios en el conflicto armado colombiano. Polis. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. Recuperado de http://zero.uexternado.edu.co/cincuenta-anos-de-cambios-en-el-conflicto-armado-colombiano-1964-2014/


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Mejía, Julio (5 de agosto de 2015). ¿Brinda el control de armas más seguridad a los bogotanos? PanAm Post. Recuperado de http://es.panampost.com/valerie-marsman/2015/08/05/brinda-el-control-de-armas-mas-seguridad-a-los-bogotanos/


Raisbeck, Daniel (20 de febrero de 2014). Por qué Colombia debería legalizar las drogas unilateralmente. PanAm Post. Recuperado de http://es.panampost.com/daniel-raisbeck/2014/02/20/por-que-colombia-deberia-legalizar-las-drogas-unilateralmente/


Raisbeck, Daniel (12 de agosto de 2016). La razón no-uribista para votar “no” al acuerdo Santos-Farc en Colombia. PanAm Post. Recuperado de http://es.panampost.com/daniel-raisbeck/2016/08/12/la-razon-no-uribista-para-votar-no-al-acuerdo-santos-farc-en-colombia/


Revista Semana (abril 6 de 2015). La violenta diatriba del escritor Fernando Vallejo. Revista Semana. Recuperado de http://www.semana.com/cultura/articulo/fernando-vallejo-habla-de-los-dialogos-de-paz-con-las-farc/423208-3

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